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¡El debutazo del año en cómics según Manuele Fior!

i moti celesti michele peroncini coconino press

por Manuele Fior*

La impresión es la de una bomba de tiempo, el temporizador está ajustado y ahora es cuestión de esperar a que explote. Hablo de Michele Peroncini, quien debuta con I moti celesti, en la editorial Coconino Press, un cómic que devoré en el tren de regreso del Salone del Libro de Turín.

Lo conocí en el stand, es un joven tímido con una sonrisa amable, cuyo trabajo principal es completamente diferente. Ya había echado un vistazo a un par de páginas que había dibujado para el periódico Domani, su cómic estaba en la lista de libros a saquear en el Salone (regresé con dos mochilas llenas, buen año).

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Los movimientos celestiales de Peroncini son las trayectorias de sus tres personajes, las andanzas nocturnas sin rumbo, el tráfico ilegal de muebles antiguos. En los momentos de pausa, las reflexiones sobre el sentido de esa vida vagabunda: las mujeres, el dinero, la nobleza decadente e incluso al mirar al cielo… ¿Dios?

No importa, no estoy aquí para resumir una trama, ni siquiera para contar sobre los personajes, de hecho, no quiero decir nada de esta historia en realidad. Solo que Michele escribe bien, compone la viñeta con una soltura rara, apila cuatro, cinco, e incluso seis o siete tiras, recortándolas, haciendo que las viñetas se deslicen según la acción, un mosaico dinámico que sigue de cerca los movimientos de sus personajes.

El dibujo comienza sin previo aviso, un be-bop con colores ácidos que dejarían en ridículo a Christophe Blain, a menudo sin contornos, recortado, alargado y muy sensual. La sensación es la de estar viendo a unos Aristogatos bajo el efecto del ácido, que caminan como Shere Khan, con ojos multicolores de una serpiente hipnotizadora.

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Michele tiene el ritmo de la narración fluyendo por sus venas, pasando de lo dramático a lo cómico sin que te des cuenta, pero en realidad la palabra correcta es picaresco, como Don Quijote. Da vida a sus personajes con la energía de Milt Kahl, pero al mismo tiempo cuida los escenarios con el toque de Walt Peregoy, tiene el sentido slapstick del Bruno Bozzetto de West and Soda, con la profundidad de la comedia italiana más divertida. Los grandullones de sus aventuras se levantan de entre las ruinas como los Blues Brothers y pelean como Trinità.

Hay un tinte épico que se muestra en la filigrana, como de poema caballeresco, que se manifiesta en un gusto por un dibujo medieval, desde Giotto hasta Paolo Uccello, luego se desliza en los detalles y los estucos de los interiores, en la vajilla, en el mobiliario en el que se siente la documentación precisa pero sin esfuerzo en dibujarlo, un claroscuro en continua evolución sobre las molduras de la arquitectura. Mención especial para los autos.

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En los ojos ávidos de sus personajes (especialmente de Sirio) hay la locura de Zanardi, la furia de Pazienza en chocarlos unos contra otros y romperles los dientes. Pero también se siente la furia en el lado oscuro de la personalidad de Fausto, que mientras está a punto de morir estrangulado ve cómo se abren los ojos de la estatua de la virgen, o en Gian el guapo que mostrará el camino a sus dos compañeros en la evocadora escena del emotivo final en soltar. Es imposible no ver un poco de Zanna, Colasanti y Petrilli.

Me pregunto (y de hecho, tan pronto como lo tuve a mano, se lo pregunté), Michele, ¿dónde has estado todo este tiempo? ¿Qué has estado dibujando en secreto? ¿De quién has aprendido a escribir, a gesticular, a iluminar y colorear de esta manera? Pero al final, ¿realmente importa? Presenciar el nacimiento de una estrella es un placer tan grande que tiene poco sentido tratar de descifrar su génesis.

Porque de hecho, Peroncini es un virtuoso absoluto surgido de la nada, y así disfruto en soledad el corto período que pasará antes de que los lectores se den cuenta, cuando la bomba detonada explote frente a todos. Lo observo, lo releo y lo estudio, diciéndome a mí mismo que los italianos pueden ser unos zafios redomados, pero en el firmamento del cómic son astros que emiten una luz muy clara.

manuele fior moti celesti
Manuele Fior concentrado leyendo «I moti celesti»

* Manuele Fior es uno de los autores italianos de cómics más apreciados y premiados, autor de novelas gráficas como Celestia, L’intervista, Cinquemila chilometri al secondo y Hypericon.

Artículo originalmente publicado en Fumettologica y aquí presentado en una versión editada.