Es innegable que la industria del anime está en su apogeo a nivel mundial, con series y películas arrasando en taquilla y plataformas de streaming. Sin embargo, detrás de este brillo, la realidad para aquellos que trabajan en la industria es muy diferente: salarios bajos, jornadas laborales interminables y pagos retrasados. La actriz de voz Yumiko Shibata, de 60 años, reveló en una entrevista para Bloomberg que tuvo que trabajar en clubes nocturnos durante 20 años para poder llegar a fin de mes, ya que el doblaje no le proporcionaba los ingresos suficientes.
Actualmente, además de seguir en la industria, también trabaja limpiando casas para ganar ingresos adicionales, y no es la única en esta situación. Los jóvenes animadores ganan menos de 2 millones de yenes al año en promedio (alrededor de 13 mil dólares), muy por debajo del salario promedio en Tokio. Además, muchos trabajan sin contratos fijos y es común que les paguen con meses (o incluso años) de retraso, si es que llegan a pagarles alguna vez.
La situación llegó a tal punto que en 2023, la ONU denunció la explotación de los trabajadores de la industria con salarios miserables, jornadas agotadoras y nula protección laboral. Todo esto mientras el gobierno japonés alardeaba sobre su apoyo al anime como parte de la estrategia «Cool Japan». En respuesta, Japón aprobó una ley en noviembre de 2023 para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores independientes, obligando a las empresas a pagar en un plazo máximo de 60 días y a proporcionar contratos claros, además de iniciar una investigación en enero de 2024 sobre los abusos laborales en la industria.
El problema radica en el modelo de negocio. Los comités de producción (compuestos por editoriales, fabricantes de juguetes y empresas de medios) se llevan la mayor parte de las ganancias simplemente por ser inversores, mientras que los estudios de animación son subcontratados y apenas obtienen una fracción de las ganancias. Es como si los estudios fueran simplemente «empleados más», y como los trabajadores independientes son «empleados de los empleados», sufren aún más esta mala gestión.
Comparado con Hollywood, donde los sindicatos han logrado mejoras salariales después de huelgas que paralizaron la industria durante semanas, en Japón casi nadie está sindicalizado. Los animadores y actores de voz temen ser excluidos de la industria si protestan por sus condiciones laborales. Tesuya Numako, animador y ahora representante sindical, mencionó que persuadir a las personas en Japón para que exijan sus derechos es prácticamente imposible.
Los japoneses viven atemorizados de ser excluidos si alzan la voz, prefiriendo ser mal pagados y explotados mientras se quejan ante todo el mundo, excepto con quienes deberían hacerlo. Shibata misma experimentó esto cuando descubrió que un videojuego en el que trabajó usó su voz sin pagarle regalías, pero tuvo el coraje de levantar la voz y logró obtener una compensación.
A pesar de los aspectos negativos, hay indicios de mejora. Con la escasez de mano de obra en Japón y la llegada de la inteligencia artificial, las empresas deberán mejorar las condiciones laborales si desean retener talento. Filipinas y China se han convertido en amenazas emergentes, ofreciendo contratos atractivos que atraen a animadores prometedores a trabajar en esos países. Sin embargo, mientras los animadores y demás trabajadores del anime sigan callados, la industria seguirá beneficiando únicamente a los más poderosos. ¿Cuánto tiempo podrá sostenerse una industria así antes de colapsar?
Fuente: Bloomberg
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